
Fue una jornada de sorpresas en el país europeo, con un inesperado triunfo de la izquierda, una extrema derecha muy por debajo de los pronósticos y la incógnita de quién será el próximo primer ministro.
De manera inesperada, los partidos de izquierda franceses se impusieron en las elecciones legislativas celebradas el domingo en todo el país, con lo que el partido nacionalista y antiinmigración Agrupación Nacional no obtuvo la mayoría en la cámara baja del Parlamento.
Ningún partido, sin embargo, parecía con posibilidades de conseguir la mayoría absoluta, lo que deja a uno de los países más grandes de Europa encaminado a un marasmo político o a la inestabilidad.
Los resultados, recopilados por The New York Times a partir de datos del Ministerio del Interior, confirman las proyecciones anteriores, según las cuales ningún partido o bloque obtendría la mayoría.
Gran sorpresa número 1
Se produjeron dos grandes sorpresas en las elecciones anticipadas al Parlamento francés, ninguna de ellas prevista por expertos, encuestadoras o analistas.
La mayor fue el triunfo de la izquierda: su coalición obtuvo 178 escaños y se convirtió en el principal bloque político del país. Fue la victoria más sorprendente de la izquierda francesa desde que François Mitterrand la sacó de la marginalidad de la posguerra, y ganó la presidencia como socialista en 1981.
El presidente de Francia, Emmanuel Macron, respaldado por gran parte de los comentaristas franceses, ha pasado los últimos siete años proclamando que la izquierda —y especialmente los socialistas— está muerta, y que sus grupos más radicales, como Francia Insumisa, son alborotadores peligrosos. Ambos ganaron de manera importante el domingo.
Jean-Luc Mélenchon, fundador de Francia Insumisa, que según las proyecciones obtuvo unos 80 escaños —quizás más de una decena más que los socialistas— declaró que Macron tenía ahora el “deber” de nombrar a un primer ministro de la coalición de izquierda, el Nuevo Frente Popular. Dijo claramente que se negaría a “entablar negociaciones con el presidente”.
En París, una multitud numerosa y bulliciosa se reunió para celebrarlo en el barrio, mayoritariamente obrero, que rodea la plaza de la Batalla de Stalingrado el domingo por la noche.
Los otros dos partidos del Nuevo Frente Popular son los Verdes, que obtendrán unos 35 escaños, y los Comunistas, que obtendrán unos 10.
Gran sorpresa número 2
La otra sorpresa fue el tercer puesto de la Agrupación Nacional y sus aliados, de los que se esperaba que obtuvieran el mayor número de escaños, si no la mayoría absoluta, en la Asamblea Nacional de 577 miembros, la cámara baja más poderosa.
El partido ya se estaba preparando para gobernar junto a Macron en lo que se conoce como cohabitación, cuando el primer ministro y el presidente están en bandos políticos opuestos.
Aun así, la Agrupación Nacional y sus aliados obtuvieron 142 escaños —más que en ningún otro momento de su historia— algo que el partido se apresuró a señalar.
“La marea está subiendo”, dijo Marine Le Pen, quien lidera el partido desde hace años y es una eterna candidata presidencial, a la prensa el domingo. “Esta vez no ha subido lo suficiente, pero sigue subiendo. Y, como resultado, nuestra victoria, en realidad, solo se retrasa”.
Pero el cambio fundamental pronosticado antes del domingo —que Francia se convertiría en un país de derecha dura— no se produjo.
Y así, a pesar de todas las jactancias de Le Pen, la celebración de la noche electoral de la Agrupación Nacional fue sombría.
El ‘frente republicano’ puede haber funcionado
Aún es demasiado pronto para saber cómo cambiaron los patrones de voto entre las dos rondas de votación y cómo el Nuevo Frente Popular logró su sorprendente victoria. Pero las estrategias encaminadas a impedir la victoria de la extrema derecha mediante la formación de un “frente republicano” parecen haber desempeñado un papel importante.
Los partidos de izquierda de Francia y la coalición centrista de Macron retiraron a más de 200 candidatos de las contiendas con tres alternativas en distritos donde la extrema derecha tenía posibilidades de ganar un escaño. Muchos votantes que rechazaban a la extrema derecha votaron entonces por quien quedaba, aunque no fuera su primera opción.

“Nunca habría votado a Francia Insumisa en circunstancias normales”, dijo Hélène Leguillon, de 43 años, tras votar en Le Mans. “Nos vemos obligados a hacer una elección que no habríamos hecho de otro modo para bloquear a Agrupación Nacional”.
La extrema derecha argumentó que la táctica era injusta y que privaba de voz a sus votantes.
“Privar a millones de franceses de la posibilidad de ver sus ideas llevadas al poder nunca será un camino viable para Francia”, dijo Jordan Bardella, presidente de Agrupación Nacional, a sus partidarios en un discurso, acusando a Macron y a la izquierda de hacer “acuerdos electorales peligrosos”.
La participación se disparó
Las cifras oficiales de participación en la ronda final no estaban disponibles de inmediato el domingo por la noche, pero las encuestadoras proyectaron que sería de alrededor del 67 por ciento, mucho más que en 2022, cuando Francia celebró elecciones legislativas por última vez. Ese año, solo alrededor del 46 por ciento de los votantes inscritos acudieron a las urnas para la segunda vuelta.
La participación del domingo es la más alta desde 1997, lo que refleja un intenso interés en una contienda que tenía mucho más en juego de lo habitual.

Las elecciones legislativas francesas se celebran normalmente unas semanas después de las presidenciales y suelen favorecer al partido que ha ganado la presidencia. Esto hace que las legislativas atraigan menos a los votantes, muchos de los cuales tienen la sensación de que el resultado está predestinado.
Esta vez, sin embargo, los votantes creían que su voto podría alterar fundamentalmente el curso de la presidencia de Macron, y parece que tenían razón.
El futuro no está claro
Dado que ningún partido tiene mayoría absoluta y que la cámara baja del Parlamento está a punto de ser ocupada por facciones que se detestan mutuamente, no está claro cómo se va a gobernar Francia y quién lo va a hacer.
Macron tiene que nombrar a un primer ministro que pueda formar un gobierno que los nuevos diputados de la Asamblea Nacional no derriben con una moción de censura.
Todavía no hay una imagen clara de quién podría ser, y ninguno de los tres bloques principales —que también tienen sus propios desacuerdos internos— parece dispuesto a trabajar con los demás.
“La cultura política francesa no es propicia a los acuerdos”, dijo Samy Benzina, profesor de Derecho Público en la Universidad de Poitiers.

Mélenchon no es del agrado de muchos en el Partido Socialista (e incluso de algunos dentro de su propio partido, que están molestos por el control que ejerce sobre él a pesar de que ya no es su líder formal); el partido Renacimiento de Macron cuenta con miembros que están enfadados con el presidente por haber convocado las elecciones anticipadas, y la mayoría de los legisladores que no son integrantes de Agrupación Nacional la aborrecen.
El propio Macron es un importante generador de indignación, como ha demostrado en repetidas ocasiones durante sus siete años como presidente, aunque ya ha descartado dimitir. La encuesta más reciente del instituto de sondeos Ifop, realizada después de su decisión de convocar elecciones anticipadas, pero antes de la votación en sí, le dio un índice de aprobación de solo el 26 por ciento.
¿De dónde saldrá el próximo primer ministro de Francia? ¿Qué influencia legislativa tiene todavía Macron? ¿Podrá seguir presidiendo si la Cámara Baja es ingobernable?
Estén atentos.
Ségolène Le Stradic colaboró con reportería desde Le Mans, Francia.
(Con Información The New York Times Español.)