El 6 de junio de 1944 fue el Día D, la mañana en que el Tercer Reich empezó a caer luego de una brutal ofensiva aliada. Los retratos de aquella invasión que comprendió a casi tres millones de hombres y que terminó por derribar, en poco más de diez horas, la gran muralla del atlántico que la Alemania nazi había tardado en levantar durante cuatro años
El 6 de junio de 1944 será recordado por la posteridad como el Día D. Pasaron ya ochenta años del día que fue catalogado por los historiadores como “el más largo del siglo”, cuando las fuerzas aliadas desataron, en el marco de la Segunda Guerra Mundial, la mayor invasión por agua, tierra y mar en la historia de la guerra (Jeffrey Markowitz/Sygma via Getty Images)
“La de Normandía fue sin duda una batalla de material, y los soldados pudieron ver en todo momento el efecto de esto”, describió el historiador alemán especializado en la Segunda Guerra Mundial y doctor por la Universidad Ludwig-Maximilians en Munich, Peter Lieb, en relación al uso masivo de armamento y material de guerra. Hablaba del desembarco más grande y complejo realizado en la historia de la guerra (English Heritage/Heritage Images/Getty Images)
La operación fue nombrada como Overlord, la traducción de “jefe supremo”, y en clave como Neptuno. Consistía en liberar el noroeste de Europa de la invasión azi. El presidente estadounidense Franklin Roosevelt y el primer ministro británico Winston Churchill habían decidido dónde se libraría el combate: en las playas de Normandía, en la costa del Canal de la Mancha al este de Cherburgo y el oeste de El Havre (AP)
Cuando Roosevelt y Churchill decidieron, en la Tercera Conferencia de Washington, conocida con el nombre en código de “Tridente”, orquestar el ataque en Normandía, la Segunda Guerra Mundial había dado un giro completo: los nazis habían sido derrotados en su intento de tomar Stalingrado, la campaña alemana en la URSS comenzó a desmoronarse, el ejército del mariscal Friedrich von Paulus había sido capturado por los rusos y las tropas del Ejército Rojo ya se habían lanzado a conquistar Berlín y a destruir el Tercer Reich de Adolf Hitler (CORBIS/Corbis via Getty Images)
El desembarco debió ser el lunes 5 de junio, y no el 6. La culpa de la postergación la tuvo James Martin Stagg. Como meteorólogo adscripto a la Real Fuerza Aérea, tenía en sus manos pronosticar el tiempo sobre el Canal de la Mancha y sobre las costas francesas el día del avance militar. El tiempo era vital: nubarrones y tormentas impedirían el apoyo aéreo del desembarco y, también, el despliegue de paracaidistas que llegarían al continente a bordo de planeadores en la noche previa, para copar la retaguardia de las líneas alemanas (Steck/MPI/Getty Images)
El general americano Dwight D. Eisenhower, Comandante Supremo de las Fuerzas Expedicionarias Aliadas, junto al teniente Wallace Strobel, de veintidós años, líder de pelotón del regimiento 502 de paracaidistas de la 101ª División. Una famosa foto muestra a los dos en plena charla: el oficial, con la cara tiznada y un cartel con el número “23″ en el pecho, el número del planeador al que debía subir
El comandante quiso saber si Strobel y sus hombres estaban listos, y el teniente le dijo que sí, que según él, no iba a haber demasiados problemas: “Deje de preocuparse, general, nos vamos a encargar de todo por usted”. Strobel también sobrevivió a la guerra y siete años antes de morir, en 1992, donó su uniforme de combate a la Dwight D. Eisenhower Library (Keystone Features/Getty Images)
La mayor operación bélica de la historia dependía del caudal de viento y el caprichoso clima del Mar del Norte. Esperaban en las gateras cinco mil buques de guerra de doce países diferentes, una formidable fuerza aérea europea y americana, más de dos millones de hombres, civiles y militares, dispuestos a invadir el continente y acabar con el nazismo y con la Segunda Guerra Mundial
Los líderes políticos de las tropas aliadas apuntaron las cinco playas en donde iniciarían las acciones de combate. Les dieron un nombre clave: de oeste a este, Utah, Omaha, Gold, Juno y Sword. Utah y Omaha serían atacados por los estadounidenses, Sword y Gold por los británicos y canadienses, y Juno tomada por canadienses, británicos, franceses, polacos y noruegos (Fox Photos/Getty Images)
El Día D representó un desafío monumental en términos de organización y cooperación. Primero, millones de soldados estadounidenses llegaron a las islas británicas, donde entrenaron durante meses junto a las tropas británicas y participaron en numerosos ensayos navales. Luego, se desplegaron flotas de barcos y aviones de dimensiones nunca antes vistas y finalmente, se trasladaron cientos de miles de personas desde el sur de Inglaterra, a través de un canal hostil lleno de minas, hasta el noroeste francés, que se había convertido en una fortaleza (Bert Hardy/Getty Images)
A pesar de los riesgos, la operación fue un éxito. Desembarcaron 156.115 soldados en las costas normandas, incluyendo 23.400 tropas aerotransportadas (paracaidistas y en planeadores) y 132.600 soldados regulares, según datos del Museo de la Historia del Día D en Portsmouth, Inglaterra, y el US National Archive (Archivo Nacional de Estados Unidos). De este total, 73,000 soldados eran estadounidenses (15,500 aerotransportados y 57,500 regulares), 61,715 británicos (7,900 aerotransportados y 53,815 regulares) y 21,400 canadienses (Fox Photos/Getty Images)
Este enorme contingente fue transportado por mar desde numerosos puertos en el sur de Inglaterra por una flota de 6,939 buques de todo tipo. Entre ellos había 1.213 buques de guerra, incluyendo los acorazados HMS Rodney y USS Nevada, 736 naves auxiliares, 864 barcos mercantes y un total de 4.126 buques y lanchas de desembarco de diversas clases. Esta gigantesca flota, rara vez reunida, estaba operada por 195.700 marinos: 112.824 británicos, 52.889 estadounidenses y 4.988 de otros países miembros de la alianza (Hulton Archive/Getty Images)
Las fuerzas alemanas asignadas para defender toda la costa francesa superaban al contingente aliado en número y calidad. Solo una ingeniosa campaña de engaño y estrategia podría convertir en éxito la invasión: las fuerzas dispersas o mantenidas en reserva fue un punto crucial en la disputa. Los nazis creían que el principal desembarco tendría lugar en el Paso de Calais, al noroeste de Francia (MPI/Getty Images)
Aunque entre los aliados había optimismo, el propio Eisenhower escribió unas líneas para responsabilizarse del fracaso: “Nuestros desembarcos en el área de Cherburgo-Havre no lograron un punto de apoyo satisfactorio y he retirado las tropas. Mi decisión de atacar en este momento y lugar se basó en la mejor información disponible. Las tropas, el aire y la Marina hicieron todo lo que la valentía y la devoción al deber podían hacer. Si alguna culpa o falta se atribuye al intento, es solo mía” (AFP)
Pero también firmó y repartió entre los soldados una Orden del Día en la que rebosaba de optimismo: “Los ojos del mundo están sobre ustedes. Las esperanzas y oraciones de las personas amantes de la libertad en todas partes marchan con ustedes. En compañía de nuestros valientes aliados y compañeros de armas en otros frentes, conseguirán destruir la maquinaria de guerra alemana, la eliminación de la tiranía nazi sobre los pueblos oprimidos de Europa y seguridad para nosotros mismos en un mundo libre” (Keystone/Getty Images)
:quality(85)/arc-anglerfish-arc2-prod-infobae.s3.amazonaws.com/public/HBX3J5SYI5A35IHPCTDEFXEUJI%20420w)
Pero Overlord no empezó la mañana del 6, sino la noche del 5 de junio con dos grandes operaciones aerotransportadas. 15.500 paracaidistas y tropas estadounidenses a bordo de planeadores fueron lanzadas en las afueras de Carentan y Sainte-Mère-Église, en el oeste de Normandía, mientras que 7,900 soldados aerotransportados británicos descendieron alrededor de Ranville y Merville en el este. El objetivo era asegurar los flancos de la invasión y controlar puentes estratégicos para permitir el paso de tropas aliadas y para frenar contraataques alemanes (AP)
El desembarco de los paracaidistas estuvo cerca de convertirse en una tragedia. Muchos soldados de la 101.ª División Aerotransportada murieron porque los planeadores volaron tan bajo que los paracaídas no se abrieron a tiempo; otros cayeron en zonas anegadas, ríos o riachos, afluentes del Sena, y se ahogaron debido al peso del paracaídas mojado o del equipo que llevaban. Estaban cargados de municiones (Walter Rosenblum/U.S. Army Signal Corps/Galerie Bilderwelt/Getty Images)
Para el final del 6 de junio, los aliados habían consolidado una llamada “cabeza de playa”, una porción de la costa bajo su control y defendible, y comenzaba el desembarco de más hombres, tanques, camiones y todo tipo de pertrechos. Para el 11 de junio, ya había 326,.47 soldados, 54,186 vehículos y 104.428 toneladas de suministros en las playas, y pronto la cantidad de soldados superaría el millón. Así comenzó una nueva ofensiva aliada que llevaría al quiebre del frente alemán, el cerco de sus ejércitos en Falaise y la carrera hacia la liberación de París, que se lograría en agosto de 1944 (Fox Photos/Getty Images)
Cerca de las diez de la mañana, ocurrió el primer signo de debilidad de las tropas alemanas. La 352.ª División de Infantería alemana le envió un mensaje al cuartel general del general Erich Marcks, un veterano respetado de la Primera Guerra Mundial. Marcks leyó un mensaje que decía: “Al noreste de Colleville una fuerza enemiga de entre cien y doscientos hombres ha penetrado en nuestras líneas” (Robert Capa)
El combate del Día D fue salvaje y feroz. La playa Omaha quedó reconocida para la posteridad como “la sangrienta”. Cuando el sol cayó, ya habían pasado más de diez horas después del comienzo del despliegue del Desembarco de Normandía. El resultado fue positivo: la Gran Muralla del Atlántico que habían tardado cuatro años en construir fue superada por los aliados en poco más de medio día (S. Scott Wigle/US Coast Guard/FPG/Archive Photos/Getty Images)
Desde Normandía hasta París y luego la retirada alemana, entre el 1° de junio y el 30 de agosto, se estima que los aliados sufrieron unas 200.000 bajas y los alemanes otras 240.000, según el historiador británico Antony Beevor en su libro “El Día D: la batalla de Normandía”. Se calcula, a su vez, que 20.000 civiles franceses murieron atrapados en los combates y bombardeos (Fred Ramage/Keystone/Hulton Archive/Getty Images)
Adolf Hitler se encontraba durmiendo aquella madrugada y nadie se animó a despertarlo para darle la mala nueva, y el mariscal Erwin Rommel, encargado de la defensa de las costas, había viajado a Alemania a festejar el cumpleaños de su esposa. Casualidades que pudieron haber resultado fatales. Si Hitler hubiese tomado la decisión aquella madrugada de mover entera toda la División Panzer quizás otra hubiese sido la historia (Evening Standard/Getty Images)
La incursión aliada en Normandía fue la apertura del segundo frente que respaldaría al solitario Stalin. La Alemania nazi ahora estaba presionada por la Unión Soviética al este y por los aliados al oeste. Sobre el final del 6 de junio de 1944, Rommel exclamó algo que varios meses después se convirtió en realidad: “La guerra está perdida” (Kaye/US Army Signal Corps/PhotoQuest/Getty Images)
(Con información de Infobae)